El carácter de la onomatopeya es oral, por lo que resultaba difícil encontrar estudios científicos sobre este fenómeno. Con la tendencia de acercar el lenguaje literario escrito al oral, su aparición en la literatura ha aumentado y, por ende, se ha hecho necesario estudiar la onomatopeya. “Estas hunden sus raíces en el ámbito popular, puesto que el pueblo -como colectividad humana- es el mejor inventor de éstas” (p. 16).
La autora ofrece al menos cinco definiciones de diccionarios y autores conocedores del tema lingüístico. En primer lugar, ofrece un análisis sobre los procesos onomatopéyicos en la lengua inglesa; desde su análisis lingüístico, esta no solo es la imitación de sonidos; también es “la conversión y adecuación de esos sonidos al alfabeto de los diferentes idiomas, es decir, posee un carácter fono-simbólico el cual “adopta un esquema articulatorio lo más semejante posible al del movimiento que representa” (p. 18).
Proceso de conversión de un sonido en palabra imitativa de este en cuatro fases:
1) Audición: la primera y exclusivamente fisiológica, de la que pueden partir varias interpretaciones.
2) Interpretación: el oyente trata de imitar la sensación fónica que el ruido produce en él. Puede ser de dos tipos: interpretación directa, donde el oyente procura convertir con mayor fidelidad el sonido en la sensación fónica; e interpretación refleja: vacila en la evocación del sonido y utiliza otros semejantes.
3) Alfabetización: adaptación del sonido al alfabeto humano.
4) Lexicalización: aceptación e introducción de la onomatopeya, y su adaptación al sistema léxico del idioma, lo que hace que cada uno de estos idiomas tenga sus propias pautas para dicha integración.
Muestra la autora el complejo proceso que implica la traducción de estas onomatopeyas (ya insertas en el idioma) de un idioma al otro. Por ello, es reducido el número de onomatopeyas que llegan a integrarse realmente al sistema lingüístico. |